sábado, 23 de mayo de 2015

13 MIEDOS

Bienvenido
Hoy seré tu pesadilla
Me dirijo a ti
 Tú que estás ahí leyendo detrás de la pantalla.

Así que dime
¿A qué tienes miedo?
 Dime qué es lo que te asusta.

¿Tienes miedo del mar, estar sumergido en el océano sin poder salir, 
rodeados de depredadores que van a por ti?

¿O quizás temas los cuchillos? 
Objetos cortantes, sentir el frío acero penetrando tu piel y separando tu carne.

¿Insectos?
 Cucarachas y gusanos trepando sobre ti y devorándote por dentro.
Miedo a la soledad
 Estar completamente solo sin saber a dónde ir,
 sin tener a nadie a quien acudir mientras que las paredes se cierran sobre ti. 
El silencio... es ensordecedor.

¿Te dan miedo los payasos con sus caras pintadas y sus grandes sonrisas? 
Sabes que te harán daño de una forma u otra.
¿Temes las agujas, esas afiladas jerigas atravesando tus venas y absorbiendo tu sangre?
¿Tienes pánico a las alturas? 
Caer al vacío sin control hasta estrellar tu cráneo contra en suelo, esparciendo todos tus sesos produciendo una cruenta lluvia de tripas y vísceras.
¿Muñecos que se mueven solos, con sus macabras sonrisas y sus grandes ojos de porcelana?
 Sabes que te observan, esperando a que te duermas para acabar contigo.
¿Muertos vivientes?
Cadáveres reanimados para darse un festín con tu carne.

¿Temes la oscuridad, o lo que se esconde dentro de ella?
¿Fantasmas?
Espíritus que no descansan, que te buscan y te cazan por la noche.
 Dime, ¿ves gente muerta?

¿Qué tal algo más demoníaco? 
Ver a la gente que amas convertirse en pobres marionetas del demonio,
sus cuerpos contorsionándose y retorciéndose de maneras imposibles, alimentándose de sus propios órganos mientras se pudren por dentro...


Pero hay algo que de verdad debes temer
Tememe a  mí
No estás durmiendo, no es una pesadilla,
esto es real, yo soy real y no descansaré hasta haber
destruido tu vida
Todo y todos a los que amas desaparecerán.
 No puedes esconderte de mí, no puedes huir.
No importa donde vayas o lo que hagas. 
TE ENCONTRARÉ.

¿Quién soy yo?
 Yo estoy en todas partes y en ningún sitio. 
Puede que ahora mismo esté detrás de ti mientras lees esto.
¿Puedes sentirme? No mires atrás.

Quizás que ya te hayas cruzado conmigo sin saberlo, pero no era tu hora.

Así que dime, víctima
 ¿Qué vas a hacer?
 ¿Aceptarás tu destino, o tratarás de alargarlo un poco más? 
LÁSTIMA, NO TIENES ELECCIÓN. 


jueves, 14 de mayo de 2015

DEPREDADOR Y PRESA (V)



Prácticamente era de noche cuando volví a casa después de confirmar de boca del lobo que él era justamente eso, un hombre lobo.  Ya tenía la excusa perfecta inventada por si a mi anciano padre le invadía el gusanillo de la curiosidad, pero mi maldita suerte quiso que aquella noche de luna llena hubiera alguien más en la casa.


― Vaya, por fin apareces… ― la voz de mi prometido interrumpió el silencio que reinaba en el hogar.


Despacio, cerré el enorme portón de madera que hacía de entrada, quitándome el manto que me resguardaba del frío le miré fugazmente a los ojos e ignoré sus palabras.


― ¿Dónde has estado?, respóndeme y no te atrevas a mentirme.


Sus palabras sonaron intimidantes, no parecía muy contento.


―¿Qué estás haciendo aquí?,  ¿y mi padre?― pretendí esquivarle con otra pregunta.

― Tu padre no se encontraba muy bien hoy, hace rato que duerme, por eso estoy aquí, no me pareció bien dejarlo solo.

― ¿No se encuentra bien?


Aquello sonó de lo más sospechoso, ¿mi padre enfermo? Decidí subir al piso de arriba y comprobarlo yo misma, pero él se interpuso en mi camino.


― Ya te he dicho que está durmiendo, ahora contesta, ¿dónde has estado?― el tono de su voz parecía tornarse más agresivo.

― En el pueblo, he estado visitando a alguien.


Él cerró los ojos fuertemente y apretó los dientes.


― Te he dicho que no me mientas…― masculló con la respiración agitada.


Estaba enfadado, de alguna manera sabía que le estaba mintiendo, ¿pero cómo?


― No te estoy mintiendo...― di un paso atrás a la vez que le sostenía la mirada, tenía miedo de su reacción.

―¡¡Sé que esa bestia sigue viva y sé que has estado con él!!― gritó enfurecido alzando el puño derecho en el aire.


Lo sabía, sabía que había vuelto a verle, ¿me había seguido de nuevo? Me quedé unos segundos en silencio pensando en qué decir, con mi padre arriba no iba ser capaz de propasarse conmigo, así que me propuse hacerle frente, ya estaba cansada de huir de él.


― Sí, he ido a comprobar si seguía vivo.


Al oír mis palabras decisivas su expresión cambió por completo, por unos segundos parecía asombrado pero pronto regresó su mirada llena de odio y rabia y, sin previo aviso, un fuerte dolor se esparció por los huesos de mi mandíbula y acabé desplomada en el suelo, el muy cabrón acababa de golpearme.


― Lo… lo siento― dijo acto seguido de pegarme.

― ¡¿Lo siento?!― grité con los ojos empapados de lágrimas― ¡¡acabas de pegarme!!― me sostenía con mi mano la mandíbula dolorida.

― Yo… yo no quería, ¡tú me has obligado a hacerlo!― ahora intentaba culparme de sus actos.― ¡No puedes verte a escondidas con esa cosa, estamos prometidos!


No podía creer lo que acababa de suceder, me había golpeado sin importarle que mi padre estuviera en la habitación de arriba. Yo no dejaba de llorar y él comenzaba a preocuparse, pero no lo hacía por mí, ni por el golpe que me había dado, le preocupaba más su reputación y lo que la gente pudiera hablar de él, así que se inclinó hacia mí y empezó a hablarme con una voz tan dulce, que me causaba repugnancia.


― Cariño, ¿es que no lo entiendes?, yo sólo quiero protegerte de esa bestia…― con una sonrisa forzada me acaricio la cara en un intento de arreglarlo.

― ¡¡No me toques!!― dándole un manotazo me aparté de su lado ― ¿te atreves a llamarle bestia? él jamás sería capaz de hacerme una cosa así, el único animal aquí eres tú…


La sonrisa de su cara se amplió aún más cuando comenzó a reírse de manera prepotente.


― ¿En serio te has enamorado de esa cosa?― preguntó sin dejar de reír. Yo también sonreí.

― Ríe ahora que puedes, ¿qué crees que dirá mi padre cuando se entere de lo que me has hecho, y tu padre, que pensará de su hijo predilecto?


La sonrisa de su cara se borró de un plumazo, se lanzó sobre mí y me sujetó con agresividad de la mandíbula. El dolor del golpe se volvió tan agudo que no pude evitar romper a llorar.


― Cuenta algo de esto a alguien y del próximo golpe te partiré la mandíbula.


El sonido de su voz me provocó un fuerte escalofrío, estaba hablando en serio, se había vuelto completamente loco. Acercó sus labios a mi oreja sin dejar de apretar mi mandíbula y sentí un profundo asco, no quería que me tocara, no quería sentirle cerca de mí.


― Encontraré a esa bestia y le arrancaré la cabeza con mis propias manos…


Soltó mi cara bruscamente sin sentir remordimiento alguno, ni siquiera mis lágrimas le conmovían lo más mínimo.


― Hace frío, sal ahí fuera a por algo de leña― me ordenó mientras se acomodaba en el sillón donde habitualmente se sentaba mi padre.


Sin dejar de llorar me levanté del suelo, el dolor se acrecentaba más y más, no podía permitir que me maltratara de esa manera, ¿y yo iba a casarme con ese hombre? Nunca lo he amado, ni siquiera lo elegí, fue algo impuesto por mis padres, y ahora tenía que vivir bajo su yugo por miedo.


Sin ni siquiera abrigarme salí a la intemperie de la noche. El ulular de un búho sonaba tímidamente en la oscuridad, me acerqué al montón de madera apilada y tomé un poco de leña para la chimenea. Miré al cielo y pensé en él, ¿qué estaría haciendo? la luna estaba a punto de llenarse. 


Al girarme para volver a la casa vi una enorme silueta frente a mí camuflada entre los árboles. Me sobresalté del susto y todas las piezas de madera acabaron rodando por el suelo. ¿Qué es eso? La silueta salió de su escondite y se mostró ante la luz. Un ser de unos dos metros de alto, fornido y cubierto de pelo estaba plantado frente a mí. Caminaba erguido como nosotros, y llevaba puesto un pantalón o lo que quedaba de él. Pero no fue hasta que no le miré a los ojos cuando pude reconocerle, esta vez había venido él a buscarme.


― ¿Eres… eres tú?― le pregunté entre tartamudeos.


Todo su cuerpo había ganado en tamaño, de sus manos cubiertas de pelo surgían unas temibles garras, su cuerpo se sostenía sobre unos enormes pies peludos y de su cara emergían unos grandes mechones de pelo, aun así seguía guardando ciertos rasgos humanos.


No me contestó, sus ojos dorados me contemplaban con cierta preocupación. Se acercó con decisión hacia mí pero no intenté huir a pesar de saber que estaba en plena fase de metamorfosis.


― Tu cara…― su voz sonaba distinta, más grave y distorsionada.


Aproximó sus zarpas con delicadeza al lado golpeado de mi cara, y yo, que aún tenía los ojos llenos de lágrimas, intenté ocultar el golpe girandola.


― ¿Qué estás haciendo aquí?― le pregunté soportando las ganas de llorar, deseaba contarle la verdad, pero mi prometido no podía verle aquí.

― No lo sé, algo me trajo hasta este sitio.

― Pronto será luna llena, tienes que irte― me agaché y me apresuré a recoger los trozos de madera del suelo, él se agachó también.

― ¿Quién te hizo eso?― insistía en averiguarlo.


Estaba tardando demasiado y el hijo del alcalde comenzaba a impacientarse, le oí gritar mi nombre desde el interior de la casa y el lobo no tardó en reconocer su voz.


― ¡¿Ese es el cazador que intentó matarme?!― preguntó el lobo poniéndose en pie.


Por suerte pude anticiparme a sus actos, me olvidé de la madera, me puse de pie y me coloqué delante de él empujándole hacia atrás con todas mis fuerzas.


― No, debes de irte, él no puede verte aquí― le supliqué casi llorando.


El lobo pareció notar mi temor, se detuvo en seco y mirándome a los ojos me hizo la temida pregunta.


― ¿Él te hizo esto?


No le respondí, no quise hacerlo, pero pude transmitírselo a través de mis ojos.  El portón principal se abrió de golpe y el cazador nos descubrió.


― ¡¡Tú, maldita bestia!!― el cazador no pareció mostrar ni la más mínima señal de miedo ante la visión del hombre lobo, en cambio, fue directo hacia el montón de leña apilada y tomó el hacha que usábamos para cortarla con la peor de las intenciones.


La mirada del lobo se volvió de color carmesí, en ese momento supe que si no hacía algo esto podía acabar de manera fatal. Estaba segura de que si alguno de los dos tenía intención de atacar esa era mi prometido, pues momentos antes había sido capaz de pegarme sin el menor de los escrúpulos, ahora nada ni nadie iba a impedirle agredir al lobo.


Salí corriendo hacia él con la intención de detenerle, agarré el hacha y entre gritos le supliqué que se detuviera.


― ¡¡No, no lo hagas!!, ¡¡él no quiere hacerme daño!!― grité mientras forcejeaba con él en un intento de desarmarle.


El cazador me miró a los ojos lleno de rabia, me agarró del cabello y colocó el filo del hacha contra mi garganta.


― ¿Así que esta es la bestia de la que estás enamorada?― preguntó entre risas con la mirada fija en el lobo.


Los ojos del lobo parecían arder en llamas, retrayendo los labios y mostrando los colmillos no dejaba de emitir fuertes gruñidos, él también estaba lleno de ira, pero era incapaz de moverse.


― Dime bicho raro, ¿tú también sientes lo mismo por ella?


Las llamas que parecían irradiar de sus ojos cesaron de golpe con aquella pregunta, su mirada se perdió en la nada durante unos instantes, lucía confuso y yo me moría de ganas de saber que pensamientos rondaban por su mente.


― Lo tomaré como un sí…― añadió con una perversa sonrisa. Luego tiró de mi cabello con fuerza hacia atrás y apretó el hacha contra mi piel― sería una lástima que su preciosa cabeza terminara rodando por el suelo, ¿no crees?


Pude ver el pánico reflejado en sus ojos, el lobo temía por mi vida. 


― Quiero que te largues y que no vuelvas nunca, de lo contrario la mataré y vuestra linda historia de amor acabará en tragedia― le amenazó con cara de desquiciado, volvió a apretar el hacha contra mi cuello y pude sentir como mi piel se cortaba un poco.


Grité aterrada y comencé a llorar, el lobo mostró sus dientes de nuevo y apretó sus zarpas.


― Ella es mía, jamás permitiré que te la lleves, así que lárgate… ¡¡ahora!!


El lobo, resignado, dio un paso hacia atrás y me regaló una de las miradas más tristes que había contemplado nunca, ¿realmente yo le importaba?, acababa de demostrármelo.


Miré el cielo nocturno en busca de la luna, un débil manto de nubes la cubría, pero pronto se deslizaron con la suave brisa del invierno dejándola al descubierto. El satélite lucía más hermoso que nunca, formando una esfera perfecta y emitiendo una luz casi mágica. El hombre lobo comenzó a quejarse como si algo le doliera y su cuerpo empezó a retorcerse, estaba pasando, ¡¡la metamorfosis estaba teniendo lugar!!


― ¿Qué cojones…?― atinó a pronunciar el cazador alucinado.


La bestia comenzó a hacerse más grande, sus pies se transformaron en patas con unas afiladas uñas, su pantalón se rompió en mil pedazos dejándole totalmente desnudo, el pelo se hizo más frondoso, un enorme rabo se añadió a su columna vertebral y su cara se fue deformando hasta adoptar la faz de un lobo. Aquel ser daba realmente miedo, nunca antes había visto algo semejante.


El lobo mostró su cuerpo erguido extendiendo los brazos y sacando pecho, luego soltó un escalofriante aullido, tan fuerte y profundo que consiguió erizar cada uno de los vellos de mi piel.


El pánico se apoderó del cazador congelando su cuerpo en el sitio, a lo que yo aproveché para escapar y esconderme, el animal acababa de ser desatado y nada ni nadie podría pararlo ahora.


Pude ver desde mi posición como el lobo corría como un animal hacia mi prometido, sin mediar palabra se lanzó sobre él y comenzó la carnicería.


Los gritos desgarradores del cazador resonaron en el silencio de la noche. Quedé en estado de shock mientras oía como lo hacía pedazos. El crujir de sus huesos y el sonido de su carne rasgándose hicieron temblar mi cuerpo, un temblor que cada segundo se acrecentaba más y más, estaba muerta de miedo. Los jirones de su piel y la sangre lo salpicaron todo. Aquello duró apenas unos segundos hasta que los gritos cesaron y entonces lo supe, lo había matado.


Encogí mi cuerpo y lo abracé con fuerzas en un intento de desvanecerme y pasar desapercibida, pero el castañeo de mis dientes me delató y el lobo, una vez acabada su masacre, se giró hacia mí totalmente cubierto de sangre y pude ver el cadáver o lo que quedaba de mi prometido.


― ¡¡Oh dios mío!!― grité tapando mi boca sin dar crédito a lo que acababa de ver, de mis ojos brotaron miles de lágrimas descontroladas, era horroroso y escalofriante, tal era aquella terrible visión que me dieron arcadas y terminé vomitando.


El lobo se puso de pie y me miró fijamente mostrando sus dientes, yo limpié los restos de fluidos de mi boca y saqué el valor suficiente para dirigirme a él.


― Lo has matado…― pronuncié con la voz rota de dolor― ¡¡los has matado joder!!, ¡¡yo no quería esto!!― gritaba entre llanto.


Se colocó frente a mí, me atreví a mirarle, una mirada llena de rencor e ira, jamás le perdonaría.


― Eres un maldito animal, ¡¡un asesino!!


Mis palabras le atravesaron como una afilada flecha, se inclinó hacia mí y me agarró por el cuello de manera brusca, elevándome a varios metros del suelo como hizo aquella vez, la escena volvía a repetirse, solo que ahora, era el animal y no el hombre el que dominaba la situación.


― Vete…― pronuncié entre ahogos― no quiero volver a verte…


Una lágrima surcó mi mejilla hasta mojar la mano del lobo, al sentir el tacto de la misma éste cambió la expresión de su rostro y me soltó con violencia contra el suelo. El impacto fue terrible, recibí un gran golpe en el costado izquierdo y me quedé tendida en el suelo sin poder moverme. Mientras tanto el lobo gruñía y rugía desesperado mientras destruía a manotazos toda la pila de leña, luego tomó el hacha y la rompió en dos, aulló una última vez, un aullido que sonó diferente a todos los demás, más que un aullido parecía un lamento, un lamento impregnado de tristeza y desolación. Luego desapareció como de costumbre sin dejar rastro.


Mi lobo, mi amor, el hombre del que estaba enamorada, se había convertido en un asesino y en lo que yo más temía.


jueves, 30 de abril de 2015

DEPREDADOR Y PRESA (IV)



Habían pasado dos amaneceres desde la última vez que le vi. El estúpido y arrogante que se hacía llamar mi prometido hizo saber a todo el pueblo que la bestia estaba muerta, o al menos eso creía él, pues yo bien sabía que aquello no era cierto, él no podía estar muerto. Impaciente y preocupada decidí salir una vez más en su búsqueda. 


Era mediodía, el Sol dominaba el pico más alto de la colina proyectando misteriosas sombras a su paso. A hurtadillas, abandoné las dependencias de mi padre ocultando mi cabeza bajo un manto de seda que mi difunta madre me regaló en mi décimo sexto cumpleaños. Poco a poco me fui alejando de la civilización para ir adentrándome en los territorios del lobo.


A pesar de ser un día de lo más soleado el frío hacia mella de su presencia, penetrando por mi epidermis y saliendo a través de mi aliento en forma de humo. Mis pies se iban enterrando en la nieve a cada paso que yo daba, torpemente caminé unos pocos metros hasta que me detuve. Esta aquí. Una mirada se clavó en mi espalda, alguien me estaba observando. De nuevo volví a sentirme presa, sabía que estaba ahí, escondido en cualquier parte, de alguna manera yo era capaz de sentir su presencia, de oler su fragancia corporal, de saber que estaba vivo.


― ¿Que estás haciendo aquí?― el sonido de su voz congeló la volemia de mi sangre.


El sonido provenía de un lugar alto, alcé la vista y pude verle. De pie, sobre la más alta rama de uno de los árboles del bosque estaba él, tuve que alejarme unos pasos para poder visualizarle con claridad. No parecía temer a las alturas, con aires de chulería y seguridad me interrogaba cerca de la copa de dicho árbol.


―Dios, ¡estás vivo!― la emoción de volver a verle sano y salvo me desbordó por completo, llevándome las manos a la boca grité eufórica, mi felicidad era máxima, estaba vivo, ¿cómo era posible?

―Vete, no puedes estar aquí― me advirtió desde la lejanía.


Los rayos de Sol impactaban sobre su esculpida silueta dotándola de una belleza sublime. Fascinada contemplé aquella maravilla de ser sin poder articular palabra. La luz iluminaba sus negros cabellos alborotados y se reflejaba en sus dorados ojos, los cuales no era capaz de apartar de los míos. El intenso frío congelaba mi piel, pero a él no parecía hacerle efecto alguno, pues su cuerpo, tan sólo cubierto por unos pantalones roídos, no se estremeció ni una sola vez.


―Yo… sólo quería comprobar si seguías vivo…― atiné a decir entre tartamudeos.


El lobo apretó la mandíbula con resignación y miró hacia otro lado.


―Por favor, vete― aquello sonó casi a modo de súplica.


Vacilé unos instantes mientras fijaba la vista en el suelo, acto seguido le miré desafiante.


―No.


Aquello debió de molestarle lo suficiente como para hacerle enfadar, al fin y al cabo acababa de retarle. Su expresión dio un cambio radical, todos los signos de un animal enfurecido se reflejaron en su rostro. Emitió un estruendoso rugido y sus ojos se tornaron de color carmesí. Sus pies se despegaron de la superficie del árbol y, tras coger gran impulso, saltó desde lo más alto para caer bruscamente contra el suelo donde me encontraba yo. Su caída hizo temblar el suelo a la vez que levantó un tupido manto de nieve. No tuve tiempo ni de sobresaltarme.


―¡¡He dicho que te largues!!― gritó a pocos centímetros de mi cara, un grito tan potente que me dejó desprovista del abrigo que me proporcionaba el regalo de mi madre.


La sensación del miedo me invadió de nuevo, su cara de desquiciado, de animal salvaje con esos fatales colmillos me hizo temblar una vez más, pero no, esta vez no iba a salir corriendo como a él le gustaba que hiciera, tenía que sacar fuerzas de flaqueza y enfrentarme a él.


―¡¡No!!― me atreví a repetir alzando la voz.


El temblor de mi voz y mis ojos llorosos delataron mi nerviosismo, pero el lobo no salía de su asombro.


― ¡¿Es que acaso ansias la muerte?!―me agarró de la cabellera fuertemente obligándome a arrodillarme.


Cerré mis ojos sin dejar de llorar mientras me aferraba al brazo con el que me sujetaba.


― Sabes que te lo supliqué, te supliqué que acabaras conmigo…―le recordé entre lágrimas―te dije que volvería a buscarte…

― ¡Insensata!― Me soltó con brusquedad del pelo y me lanzó contra la nieve.


El tacto helado de la nieve era doloroso, me incorporé en cuanto pude y sequé mis lágrimas con el dorso de mi mano.


― ¿Qué quieres de mí?―le oí preguntar con la voz más calmada.


Sus ojos recobraron la cordura y yo me arriesgué a mirarle. En su torso desnudo no había rastro ni señal de daño, no había cicatriz alguna, eso era imposible, yo misma pude ver el espantoso agujero que le atravesaba el pecho.


― Tu pecho… ¿cómo es posible?

― ¿Qué quieres de mí?―repitió con insistencia.


Tragué saliva y aparté mi vista, estaba decidida a zanjar este asunto, era ahora o nunca.


― ¿Por qué no me mataste?, hace dos días tuviste mi frágil cuello entre tus fornidas manos y fuiste incapaz de hacerlo, quiero saber por qué.


El lobo guardo silencio y evitó mi mirada dándome la espalda.


― No… no lo sé…

― ¿No lo sabes?― ágilmente me puse en pie y corrí a darle la cara― ¿eras tú el lobo que liberé del cepo hace ocho años, verdad?

― Apártate― me advirtió con un tono seco.

― ¡Vamos, deja de negarlo!

― He dicho que te apartes.

― ¡Eras tú, vamos, confiésalo!, ¡estás en deuda conmigo y por eso no puedes matarme!

― ¡¡Sí, era yo!!, ¡Joder!― afirmó entre gritos y agitando sus manos.

― Oh dios, es imposible…


Los gritos cesaron y un incómodo silencio se creó en el ambiente. Petrificada, miré a los ojos a aquel extraño ser, aquel hombre lobo que acababa de confesarse y del cual estaba perdidamente enamorada.


― ¿Qué eres?― le pregunté con prudencia.

― Soy un animal confinado en el cuerpo de un hombre― sus hermosos ojos emitieron un resplandor único al mirarme.

― Pero, yo te vi, eras un lobo…― le dije forzando la mirada.

― Soy un licántropo― añadió apretando los labios― ahora ya lo sabes.

― Un… ¿licántropo?―asombrada, tapé mi boca con ambas manos― y aquel día, ¿por qué no te convertiste en humano para liberarte del cepo?

― Yo dependo del ciclo lunar, con la luna nueva soy un hombre, con la luna llena un animal.

― No puede ser…― seguía atónita, no podía ser real― ¿y por qué querías matarme?, por dios, te salvé la vida.

― Yo nunca te pedí ayuda.

― Mientes, tus ojos parecían hablarme, sabes que si no llego a ayudarte hubieras muerto de hambre.

― Yo no puedo morir, soy inmortal― añadió orgulloso.

― ¿Qué?― di un salto hacia atrás al oír aquello.

― Aun así te estoy agradecido, pero eso no quita que seas una presa deliciosa― sonrió mostrando sus deslumbrantes dientes y yo me ruboricé por completo― te he estado observando desde entonces.

― ¡¿Qué?!, ¡¿me has estado espiando?!― la explosión de color que cubría mis mejillas se hizo más intensa aún.

― Estúpido de mí, que cuando al fin pude matarte no lo hice…― el lobo se dio media vuelta y comenzó a alejarse.

― ¡¡Eh!!, ¿a dónde vas?― comencé a perseguirle de manera inútil por la nieve.

― Esta noche es luna llena, quizás el humano haya sido capaz de apiadarse de ti, pero no te aseguro que el animal sea capaz de hacerlo― hablaba sin mirarme.

― ¿Puedo al menos saber tu nombre?― le pregunté en un acto de desesperación.


El lobo se paró en seco, apretó los puños y giro su cabeza suavemente en mi dirección.


― Creo que ya sabes suficiente, conejita…― acompañó la frase con una pícara sonrisa y se esfumó entre la frondosa vegetación.