miércoles, 8 de abril de 2015

DEPREDADOR Y PRESA (II)



La espesura de la nieve  me impedía correr con agilidad, el enlentecimiento de mis pasos tan sólo conseguía acrecentar mis nervios, pues a pocos metros de mí ya podía oír el estruendoso aullido que emanaba de su garganta, un sonido tan escalofriante que se adentró en mis tímpanos haciendo mella de lo que me esperaba, el lobo salía de caza y se lo estaba haciendo saber al resto del bosque.


Mi corazón bombeaba la sangre de manera desorbitada, ya podía sentir su presencia tras de mí. ¿Dónde me escondo, dónde? Era como una débil gacela huyendo de las fauces del león, como una mosca intentando escapar de la tela de araña. Galopé colina abajo  iluminada por la luz de la resplandeciente luna, cuyo brillo se veía interrumpido por los troncos de los árboles que parecían animarme a seguir corriendo. 


El viento soplaba de manera cruel y en la velocidad de mi recorrido iba agrietando mi pálida piel. Nunca había pasado tanto frío, nunca había sentido tanto miedo. Agotada y sin aliento, quise rendirme, pero mi desasosiego me lo impedía, sabía que si me alcanzaba sería el fin.


En mi intento de huida torpemente me tropecé y acabé dándome de bruces contra el suelo, el gélido sabor de la nieve se mezcló con mi saliva, escupí, me limpie la boca con el dorso de la mano y velozmente me volví a poner en pie. Giré mi cabeza y eché la vista atrás, desesperadamente le busqué entre la espesura hasta que mis ojos le localizaron a lo lejos.


Emprendí la marcha de nuevo mientras una carcajada sonaba en la lejanía, me había visto. Oh, mierda, mierda. Me apresuré hasta llegar a un riachuelo cuya superficie estaba congelada, mis pies resbalaron al entrar en contacto con la misma haciendo balancear mi cuerpo, me tiré de rodillas al suelo y gateé hasta refugiarme debajo del tronco que hacía de puente entre ambos lados. Él no tardó en llegar.


-          ¿Dónde estás?, no importa cuánto te escondas…- su voz sonaba justo encima de mí, podía ver su silueta desde mi posición.


Tiritando y encogida como un feto en la tripa de su madre, tapé mi boca con ambas manos para evitar que me oyera respirar, tenía tanto miedo que pronto comencé a llorar.


-          Sé que estás aquí…


Mi maldita curiosidad me había llevado hasta este punto, no quise conformarme con verle una vez. Oculta bajo el manto de la noche tenía fe de no ser descubierta, sus pasos sonaban sobre mi cabeza, a medida que iba avanzando sobre el castigado cadáver del árbol, éste fue desprendiéndose de su corteza, la cual caía sobre mí. El lobo, astuto como él solo, intuyó que algo se ocultaba bajo dicho árbol.


De pronto ya no le oía, ¿dónde se había metido? Tanto silencio era demasiado sospechoso. Destapé mi boca despacio y me atreví a asomar la cabeza. Nada, no vi nada, a pesar de que la luna brillaba orgullosa aquella noche, su luz no era suficiente como para abarcarlo todo y, con tanta oscuridad, era difícil encontrarle.


-          Te encontré.- pronunció a la misma vez que me agarró con fuerza del tobillo derecho.


Como por arte de magia apareció tras de mí. Me quedé congelada mirando los luceros de su cara, tragué saliva de manera forzada a la vez que dos sufridas lágrimas brotaban de mis ojos, se acabó, iba a morir.

La adrenalina se disparó entre nosotros, él abrió su boca mostrando sus enormes dientes como señal de amenaza y yo comencé a gritar de manera desesperada. No dejaba de gruñir mientras intentaba sacarme de debajo del árbol. 




-          ¡¡¡No, suéltame!!!


Intenté defenderme, pataleaba y gritaba aterrada para lograr zafarme de sus zarpas, pero esto no hacía más que aumentar su enfado. Sus enormes manos se aferraban a mi vestido rasgándolo por diversas zonas, tiraba de mí con fuerza pero yo no estaba dispuesta a rendirme. Con los brazos estirados intentaba agarrarme a lo que fuera, pero él era increíblemente fuerte, y de un solo tirón logró arrastrarme hacia él.


-          ¡¡Suéltame cabrón!!- alcé la pierna y le propine una fuerte patada en todo el rostro.


Logré derribarlo y acabó de espaldas sobre la superficie helada del río. Aproveché para salir corriendo, pero mi agresión no sirvió de mucho, a los pocos segundos ya estaba de nuevo en pie.


-          Me has hecho sangrar conejita…- dijo con una sonrisa mientras  se relamía la sangre del labio.


Me detuve en seco, tomé una rama afilada del suelo y decidí enfrentarme a él, huir no serviría de nada, pues para él esto no era más que un juego, volvería a atraparme cuando quisiera.


-          ¡¡No te acerques!!- le amenacé elevando la rama- no des ni un paso más…


Apreté mis dientes mientras le retaba con el trozo de madera, lo decía totalmente en serio.


-          ¿Vas a matarme con un palo?- preguntó con una pícara sonrisa.


Me sonrojé por completo al verle sonreír, ¿qué cojones me pasaba?, por dios, iba a matarme, pero era tan jodidamente hermoso… Se aproximó con paso lento mientras hablaba, yo me mantuve en mi postura atacante hasta que se detuvo a pocos centímetros de mí.


-          Si das un paso más te lo clavaré en un ojo- le advertí con tono agresivo.


-          Suelta eso y te prometo que será una muerte rápida- terminó la frase adelantando el pie izquierdo.


-          ¡NO!- extendí ambos brazos hacia delante y le apunté con la rama como si de una espada se tratase- no te muevas…


La expresión de su cara dio un cambio radical y se tornó salvaje. Sus ojos pasaron de ser dorados a un color rojo sangre, estaba muy enfadado y podía notarlo en su manera de respirar. El lobo dio un zarpazo y de un golpe hizo añicos la rama que sostenía entre mis manos, acto seguido me agarró fuertemente del cuello con la misma mano y me elevó un palmo del suelo.
 
-          ¡¿Por qué me has seguido?!- su voz había cambiado, sonaba distinta, más grave y agresiva.


-          Ughh- no podía contestar, su mano me oprimía la tráquea  sin piedad.


-          ¿Crees que porque me salvaras de aquel cepo no voy a matarte?- añadió apretando un poco más mi garganta.


¿El cepo?, ¿acaso él era el lobo que liberé de aquella trampa hace ocho años? Gruñó de manera violenta y me lanzó sobre el  suelo cubierto de nieve.  Por fin, liberada de sus garras, tomé aire y comencé a toser de manera consecutiva, casi logra ahogarme.


-          No deberías haber vuelto- se decía a sí mismo mientras caminaba de manera nerviosa de un lado a otro.


Logré recuperarme un poco, una vez recobrado el aliento me incorporé y me quedé sentada sin dejar de mirarle. El color de sus ojos había vuelto, parecía haberse calmado pero seguía nervioso, lo cual me dio la suficiente confianza como para intentar levantarme.


-          ¡¡No te muevas!!- gritó enfurecido clavando sus penetrantes ojos en mí, los cuales se habían vuelto a inyectar en sangre.


Caminó con paso decidido hacia mí, yo me tumbé boca arriba y alcé mis manos a modo de rendición. Se colocó sobre mi cuerpo hundiendo las rodillas en la nieve, me rodeó el cuello con ambas manos y comenzó a apretar.


-          Nadie puede saber de mi existencia, por eso debes de morir- recitaba a la vez que me estrangulaba- nadie puede saberlo…


No opuse resistencia, me rendí, le dejé actuar, lo amaba y sabía que jamás conseguiría su amor. Disfruté una última vez de sus ojos, ahora rebosantes de ira, y de su cara de placer mientras me dejaba desprovista de aire. Sus labios se arrugaban motivados por el deseo de matarme, dejando al descubierto sus mortales colmillos con los que tantas veces deseé que me devorara. Quizás, aquella era su forma de mostrarme su amor.


-          No- pronunció con voz débil.


Al borde de la muerte y con los ojos entrecerrados retorné a la vida. El oxígeno fluía de nuevo por mi garganta y sus manos ya no apretaban mi cuello, miré sus ojos y éstos se tornaron del color del oro.

-          No puedo hacerlo- dijo con la voz repleta de miedo. Luego se miró las manos sorprendido, no parecía entender lo que acababa de suceder.


-          Mátame…- le supliqué atormentada.


-          No, no puedo matarte-intentó apartarse de mí pero le detuve atreviéndome a sujetarle del brazo.


-          Mátame, por favor…- rogué una vez más.


Nuestras miradas se cruzaron y se detuvieron en el tiempo, su expresión era triste, sus ojos hablaban por sí solos, no quería hacerlo, algo se lo impedía.


-          Si no me matas hoy, volveré a buscarte una y otra vez, tarde o temprano tendrás que hacerlo…- el corazón latía dentro de mi pecho como nunca, mi barbilla ser arrugó y no puede contener las lágrimas.


-          ¿Por qué?- preguntó el lobo con la voz rota.


-          Porque estoy enamorada de ti.


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