martes, 14 de abril de 2015

DEPREDADOR Y PRESA (III)



Recuerdo aquel día como si fuera ayer. Yo tenía diez años y como siempre solía hacer, aprovechaba cualquier despiste de mi padre para escaparme al bosque. Amaba ese sitio, la paz y tranquilidad que encontraba entre sus árboles y senderos no la hallaba en ningún otro lugar. 

Esa mañana me adentré bastante profundo en el bosque, más de lo habitual. El motivo de mi atrevimiento: unos fuertes quejidos de dolor procedentes de algún tipo de animal. Me deje guiar por el sonido de los amargos lamentos, sea lo que fuera estaba sufriendo lo suficiente como para pedir auxilio de manera desesperada.

Despacio y con cautela me fui aproximando hacia la fuente del sonido, hasta que finalmente lo localicé entre la maleza del bosque. Esa fue la primera vez que vi a un lobo. Era un ejemplar joven y enorme, con un pelaje del color del carbón que brillaba bajo la resplandeciente luz del Sol. Unos grandes ojos dorados destacaban entre la negrura de su cara, me observaban con tristeza, estaba sólo y malherido.

Su pata trasera derecha estaba atrapada por un cepo, podía ver los dientes afilados de la trampa incrustados en su piel y la sangre brotando de la cruenta herida. ¡Malditos cazadores, malditos sean!  Me acerqué con calma con la intención de liberarlo, pero en cuanto me vio emprender la marcha intentó huir guiado por su instinto de supervivencia.

Emitió un seco gemido de dolor al pretender salir de la trampa, su intento de huida no hizo más que agravar la herida de su pata.

-          Shh, tranquilo, no voy a hacerte daño- le advertí con delicadeza.

Aquel animal era increíblemente hermoso, una maravilla de la naturaleza, era fuerte y robusto, desprendía vitalidad y vigor, pero ahora estaba atrapado en ese cepo como un cachorro indefenso. 

Yo tenía miedo de su reacción, no quería recibir un mordisco, al fin y al cabo era un animal, y ante el miedo y el dolor podría reaccionar de la peor de las maneras. Aun así no me quise dar por vencida.

-          Tranquilo, sólo quiero ayudarte- me coloqué de rodillas frente a él y me dispuse a liberarle.

El lobo retrajo los belfos dejando al descubierto sus temibles colmillos, giro las orejas hacia atrás, su piel se erizó y sus pupilas se hicieron más pequeñas, era una clara señal de amenaza, no quería que le tocara y en caso de hacerlo ya se había encargado de advertírmelo. Estaba acostumbrada a tratar con cánidos, en la granja donde me críe siempre había perros y aprendí a leer su lenguaje corporal, aunque nunca antes me había encontrado cara a cara con un lobo.

-          Vamos, confía en mí…- le hablé mirándole directamente a los ojos.

Él me sostuvo la mirada durante unos instantes y luego la apartó. Tomé esto como una señal de rendición y me puse manos a la obra. A pesar del riesgo que suponía meter las manos en aquel cepo no tenía miedo de quedar atrapada en el mismo. Agarré ambos lados y tiré en dirección contraria con todas mis fuerzas. El cepo se fue abriendo despacio y los dientes se fueron despegando de la carne del animal. Cuando éste al fin se sintió liberado apartó el pie rápidamente y salió corriendo despavorido. Yo solté la trampa y esta se cerró de manera violenta dándome apenas unas milésimas de segundo para apartarme. El brusco sonido de los hierros chocando asustó al resto de animales del bosque, entre ellos a un grupo de pájaros que emprendieron el vuelo aterrados, todos ellos sabían lo que ese sonido significaba.

El lobo desapareció dejando un reguero de sangre, se perdió entre la espesura del entorno. ¿Sobrevivirá? Nunca más volví a verle, aunque jamás olvidé aquellos ojos, unos ojos que parecían querer hablarme.
                                                             
                                                            ***************

Él seguía sobre mí, con sus rodillas hincadas en la nieve, no dejaba de mirarme con sus brillantes ojos.

-          ¿Enamorada?- preguntó a la vez que su respiración se agitaba.- ¿Qué es eso?

Me quedé de piedra con su pregunta, ¿en serio no sabía lo que era el amor?

-          Yo…- el sonido de unas pisadas tras de mí me impidieron seguir hablando.

-          Aléjate de ella.- una voz varonil demasiado familiar sonó por encima de mi cabeza.

El lobo alzó la vista pero no tuvo tiempo de reaccionar. Un disparo ensordecedor rompió el silencio de la noche, el mismo que impactó contra el pecho del lobo derrumbándole sobre el suelo.

-          ¡¡No!!- grité aterrada ante lo que acababa de ver.

Rápidamente me puse en pie en busca del autor de tal atrocidad, aunque yo sabía de sobra quién era. Sonriente y orgulloso de su hazaña recargaba su escopeta de dos cañones dispuesto a repetir el proceso. El hijo del alcalde del pueblo y ahora convertido en el mejor cazador, un ser frío y sin escrúpulos, mi prometido.

-          ¡¿Qué has hecho?!- salí corriendo hacia él enfurecida- ¡¿Por qué le has disparado?!- intenté desarmarlo pero fue inútil.

-          Quita de en medio-  dijo apartándome de un golpe.

Tras quitarme de su camino retomó la marcha y fue directo hacia el lobo, el cual yacía aún en el suelo cubierto por un charco de sangre.

-          No sé qué coño eres pero vas a ir al infierno…- añadió mientras le apuntaba con la escopeta.

El lobo se incorporó un poco, se quejaba de dolor, un gran boquete le atravesaba el pecho. Miró una última vez a los ojos de su verdugo, pues ahora el depredador se había convertido en presa. Sus ojos reflejaban pánico y pedían clemencia, aquella mirada me recordó al lobo negro que liberé, no me cabía ninguna duda, era él.

-          ¡¡NO!!- me lancé sobre el cazador y conseguí desviar el disparo justo a tiempo.

El cielo nocturno fue víctima de las balas y ambos acabamos tirados por el suelo. Busqué al lobo pero ya no estaba, tan sólo quedaba la sangre de su herida que se iba fundiendo con el hielo, una vez más había desaparecido como por arte de magia.

-          ¡¿Dónde está?!- preguntó exaltado el cazador al no ver rastro de su presa.

-          Ha escapado- añadí con una sonrisa.

-          ¿Por qué has hecho eso?- apretó los dientes mientras me hacía la pregunta.- ¡Esa cosa iba a matarte!

-          No, el jamás haría una cosa así- ahora lo sabía, había tenido la oportunidad de matarme, pero por alguna extraña razón no lo hizo.

-          No durará mucho con semejante herida- se puso de pie y se fue alejando con paso firme.

Miré entre los árboles, aún podía sentirle, sabía que estaba escondido ahí, en alguna parte, agradeciéndome que le hubiera salvado la vida, por segunda vez.


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