Prácticamente
era de noche cuando volví a casa después de confirmar de boca del lobo que él
era justamente eso, un hombre lobo. Ya
tenía la excusa perfecta inventada por si a mi anciano padre le invadía el
gusanillo de la curiosidad, pero mi maldita suerte quiso que aquella noche de
luna llena hubiera alguien más en la casa.
― Vaya,
por fin apareces… ― la voz de mi prometido interrumpió el silencio que reinaba
en el hogar.
Despacio,
cerré el enorme portón de madera que hacía de entrada, quitándome el manto que
me resguardaba del frío le miré fugazmente a los ojos e ignoré sus palabras.
―
¿Dónde has estado?, respóndeme y no te atrevas a mentirme.
Sus
palabras sonaron intimidantes, no parecía muy contento.
―¿Qué
estás haciendo aquí?, ¿y mi padre?―
pretendí esquivarle con otra pregunta.
― Tu
padre no se encontraba muy bien hoy, hace rato que duerme, por eso estoy aquí,
no me pareció bien dejarlo solo.
―
¿No se encuentra bien?
Aquello
sonó de lo más sospechoso, ¿mi padre enfermo? Decidí subir al piso de arriba y
comprobarlo yo misma, pero él se interpuso en mi camino.
― Ya te
he dicho que está durmiendo, ahora contesta, ¿dónde has estado?― el tono de su
voz parecía tornarse más agresivo.
― En el
pueblo, he estado visitando a alguien.
Él
cerró los ojos fuertemente y apretó los dientes.
― Te he
dicho que no me mientas…― masculló con la respiración agitada.
Estaba
enfadado, de alguna manera sabía que le estaba mintiendo, ¿pero cómo?
― No te
estoy mintiendo...― di un paso atrás a la vez que le sostenía la mirada, tenía
miedo de su reacción.
―¡¡Sé
que esa bestia sigue viva y sé que has estado con él!!― gritó enfurecido
alzando el puño derecho en el aire.
Lo
sabía, sabía que había vuelto a verle, ¿me había seguido de nuevo? Me quedé
unos segundos en silencio pensando en qué decir, con mi padre arriba no iba ser
capaz de propasarse conmigo, así que me propuse hacerle frente, ya estaba
cansada de huir de él.
― Sí,
he ido a comprobar si seguía vivo.
Al oír
mis palabras decisivas su expresión cambió por completo, por unos segundos
parecía asombrado pero pronto regresó su mirada llena de odio y rabia y, sin previo
aviso, un fuerte dolor se esparció por los huesos de mi mandíbula y acabé
desplomada en el suelo, el muy cabrón acababa de golpearme.
― Lo…
lo siento― dijo acto seguido de pegarme.
― ¡¿Lo
siento?!― grité con los ojos empapados de lágrimas― ¡¡acabas de pegarme!!― me
sostenía con mi mano la mandíbula dolorida.
― Yo…
yo no quería, ¡tú me has obligado a hacerlo!― ahora intentaba culparme de sus
actos.― ¡No puedes verte a escondidas con esa cosa, estamos prometidos!
No
podía creer lo que acababa de suceder, me había golpeado sin importarle que mi
padre estuviera en la habitación de arriba. Yo no dejaba de llorar y él
comenzaba a preocuparse, pero no lo hacía por mí, ni por el golpe que me había
dado, le preocupaba más su reputación y lo que la gente pudiera hablar de él,
así que se inclinó hacia mí y empezó a hablarme con una voz tan dulce, que me
causaba repugnancia.
―
Cariño, ¿es que no lo entiendes?, yo sólo quiero protegerte de esa bestia…― con
una sonrisa forzada me acaricio la cara en un intento de arreglarlo.
― ¡¡No
me toques!!― dándole un manotazo me aparté de su lado ― ¿te atreves a llamarle
bestia? él jamás sería capaz de hacerme una cosa así, el único animal aquí eres
tú…
La
sonrisa de su cara se amplió aún más cuando comenzó a reírse de manera
prepotente.
― ¿En
serio te has enamorado de esa cosa?― preguntó sin dejar de reír. Yo también
sonreí.
― Ríe
ahora que puedes, ¿qué crees que dirá mi padre cuando se entere de lo que me
has hecho, y tu padre, que pensará de su hijo predilecto?
La
sonrisa de su cara se borró de un plumazo, se lanzó sobre mí y me sujetó con
agresividad de la mandíbula. El dolor del golpe se volvió tan agudo que no pude
evitar romper a llorar.
―
Cuenta algo de esto a alguien y del próximo golpe te partiré la mandíbula.
El
sonido de su voz me provocó un fuerte escalofrío, estaba hablando en serio, se
había vuelto completamente loco. Acercó sus labios a mi oreja sin dejar de
apretar mi mandíbula y sentí un profundo asco, no quería que me tocara, no
quería sentirle cerca de mí.
―
Encontraré a esa bestia y le arrancaré la cabeza con mis propias manos…
Soltó
mi cara bruscamente sin sentir remordimiento alguno, ni siquiera mis lágrimas
le conmovían lo más mínimo.
― Hace
frío, sal ahí fuera a por algo de leña― me ordenó mientras se acomodaba en el
sillón donde habitualmente se sentaba mi padre.
Sin
dejar de llorar me levanté del suelo, el dolor se acrecentaba más y más, no
podía permitir que me maltratara de esa manera, ¿y yo iba a casarme con ese
hombre? Nunca lo he amado, ni siquiera lo elegí, fue algo impuesto por mis
padres, y ahora tenía que vivir bajo su yugo por miedo.
Sin ni
siquiera abrigarme salí a la intemperie de la noche. El ulular de un búho
sonaba tímidamente en la oscuridad, me acerqué al montón de madera apilada y
tomé un poco de leña para la chimenea. Miré al cielo y pensé en él, ¿qué
estaría haciendo? la luna estaba a punto de llenarse.
Al
girarme para volver a la casa vi una enorme silueta frente a mí camuflada entre
los árboles. Me sobresalté del susto y todas las piezas de madera acabaron
rodando por el suelo. ¿Qué es eso? La silueta salió de su escondite y se mostró
ante la luz. Un ser de unos dos metros de alto, fornido y cubierto de pelo
estaba plantado frente a mí. Caminaba erguido como nosotros, y llevaba puesto
un pantalón o lo que quedaba de él. Pero no fue hasta que no le miré a los ojos
cuando pude reconocerle, esta vez había venido él a buscarme.
―
¿Eres… eres tú?― le pregunté entre tartamudeos.
Todo su
cuerpo había ganado en tamaño, de sus manos cubiertas de pelo surgían unas
temibles garras, su cuerpo se sostenía sobre unos enormes pies peludos y de su
cara emergían unos grandes mechones de pelo, aun así seguía guardando ciertos
rasgos humanos.
No me
contestó, sus ojos dorados me contemplaban con cierta preocupación. Se acercó
con decisión hacia mí pero no intenté huir a pesar de saber que estaba en plena
fase de metamorfosis.
― Tu
cara…― su voz sonaba distinta, más grave y distorsionada.
Aproximó
sus zarpas con delicadeza al lado golpeado de mi cara, y yo, que aún tenía los
ojos llenos de lágrimas, intenté ocultar el golpe girandola.
― ¿Qué
estás haciendo aquí?― le pregunté soportando las ganas de llorar, deseaba
contarle la verdad, pero mi prometido no podía verle aquí.
― No lo
sé, algo me trajo hasta este sitio.
―
Pronto será luna llena, tienes que irte― me agaché y me apresuré a recoger los
trozos de madera del suelo, él se agachó también.
―
¿Quién te hizo eso?― insistía en averiguarlo.
Estaba
tardando demasiado y el hijo del alcalde comenzaba a impacientarse, le oí
gritar mi nombre desde el interior de la casa y el lobo no tardó en reconocer
su voz.
― ¡¿Ese
es el cazador que intentó matarme?!― preguntó el lobo poniéndose en pie.
Por
suerte pude anticiparme a sus actos, me olvidé de la madera, me puse de pie y
me coloqué delante de él empujándole hacia atrás con todas mis fuerzas.
― No,
debes de irte, él no puede verte aquí― le supliqué casi llorando.
El lobo
pareció notar mi temor, se detuvo en seco y mirándome a los ojos me hizo la
temida pregunta.
― ¿Él
te hizo esto?
No le
respondí, no quise hacerlo, pero pude transmitírselo a través de mis ojos. El portón principal se abrió de golpe y el
cazador nos descubrió.
― ¡¡Tú,
maldita bestia!!― el cazador no pareció mostrar ni la más mínima señal de miedo
ante la visión del hombre lobo, en cambio, fue directo hacia el montón de leña
apilada y tomó el hacha que usábamos para cortarla con la peor de las
intenciones.
La
mirada del lobo se volvió de color carmesí, en ese momento supe que si no hacía
algo esto podía acabar de manera fatal. Estaba segura de que si alguno de los dos
tenía intención de atacar esa era mi prometido, pues momentos antes había sido
capaz de pegarme sin el menor de los escrúpulos, ahora nada ni nadie iba a
impedirle agredir al lobo.
Salí
corriendo hacia él con la intención de detenerle, agarré el hacha y entre
gritos le supliqué que se detuviera.
― ¡¡No,
no lo hagas!!, ¡¡él no quiere hacerme daño!!― grité mientras forcejeaba con él
en un intento de desarmarle.
El
cazador me miró a los ojos lleno de rabia, me agarró del cabello y colocó el
filo del hacha contra mi garganta.
― ¿Así
que esta es la bestia de la que estás enamorada?― preguntó entre risas con la
mirada fija en el lobo.
Los
ojos del lobo parecían arder en llamas, retrayendo los labios y mostrando los
colmillos no dejaba de emitir fuertes gruñidos, él también estaba lleno de ira,
pero era incapaz de moverse.
― Dime
bicho raro, ¿tú también sientes lo mismo por ella?
Las
llamas que parecían irradiar de sus ojos cesaron de golpe con aquella pregunta, su
mirada se perdió en la nada durante unos instantes, lucía confuso y yo me moría
de ganas de saber que pensamientos rondaban por su mente.
― Lo
tomaré como un sí…― añadió con una perversa sonrisa. Luego tiró de mi cabello
con fuerza hacia atrás y apretó el hacha contra mi piel― sería una lástima que
su preciosa cabeza terminara rodando por el suelo, ¿no crees?
Pude
ver el pánico reflejado en sus ojos, el lobo temía por mi vida.
―
Quiero que te largues y que no vuelvas nunca, de lo contrario la mataré y
vuestra linda historia de amor acabará en tragedia― le amenazó con cara de
desquiciado, volvió a apretar el hacha contra mi cuello y pude sentir como mi
piel se cortaba un poco.
Grité
aterrada y comencé a llorar, el lobo mostró sus dientes de nuevo y apretó sus
zarpas.
― Ella
es mía, jamás permitiré que te la lleves, así que lárgate… ¡¡ahora!!
El
lobo, resignado, dio un paso hacia atrás y me regaló una de las miradas más
tristes que había contemplado nunca, ¿realmente yo le importaba?, acababa de
demostrármelo.
Miré el
cielo nocturno en busca de la luna, un débil manto de nubes la cubría, pero
pronto se deslizaron con la suave brisa del invierno dejándola al descubierto.
El satélite lucía más hermoso que nunca, formando una esfera perfecta y
emitiendo una luz casi mágica. El hombre lobo comenzó a quejarse como si algo
le doliera y su cuerpo empezó a retorcerse, estaba pasando, ¡¡la metamorfosis
estaba teniendo lugar!!
― ¿Qué
cojones…?― atinó a pronunciar el cazador alucinado.
La
bestia comenzó a hacerse más grande, sus pies se transformaron en patas con
unas afiladas uñas, su pantalón se rompió en mil pedazos dejándole totalmente
desnudo, el pelo se hizo más frondoso, un enorme rabo se añadió a su columna
vertebral y su cara se fue deformando hasta adoptar la faz de un lobo. Aquel
ser daba realmente miedo, nunca antes había visto algo semejante.
El lobo
mostró su cuerpo erguido extendiendo los brazos y sacando pecho, luego soltó un
escalofriante aullido, tan fuerte y profundo que consiguió erizar cada uno de
los vellos de mi piel.
El
pánico se apoderó del cazador congelando su cuerpo en el sitio, a lo que yo
aproveché para escapar y esconderme, el animal acababa de ser desatado y nada
ni nadie podría pararlo ahora.
Pude
ver desde mi posición como el lobo corría como un animal hacia mi prometido,
sin mediar palabra se lanzó sobre él y comenzó la carnicería.
Los
gritos desgarradores del cazador resonaron en el silencio de la noche. Quedé en
estado de shock mientras oía como lo hacía pedazos. El crujir de sus huesos y
el sonido de su carne rasgándose hicieron temblar mi cuerpo, un temblor que
cada segundo se acrecentaba más y más, estaba muerta de miedo. Los jirones de
su piel y la sangre lo salpicaron todo. Aquello duró apenas unos segundos hasta
que los gritos cesaron y entonces lo supe, lo había matado.
Encogí
mi cuerpo y lo abracé con fuerzas en un intento de desvanecerme y pasar
desapercibida, pero el castañeo de mis dientes me delató y el lobo, una vez
acabada su masacre, se giró hacia mí totalmente cubierto de sangre y pude ver
el cadáver o lo que quedaba de mi prometido.
― ¡¡Oh
dios mío!!― grité tapando mi boca sin dar crédito a lo que acababa de ver, de
mis ojos brotaron miles de lágrimas descontroladas, era horroroso y
escalofriante, tal era aquella terrible visión que me dieron arcadas y terminé
vomitando.
El lobo
se puso de pie y me miró fijamente mostrando sus dientes, yo limpié los restos
de fluidos de mi boca y saqué el valor suficiente para dirigirme a él.
― Lo
has matado…― pronuncié con la voz rota de dolor― ¡¡los has matado joder!!, ¡¡yo
no quería esto!!― gritaba entre llanto.
Se
colocó frente a mí, me atreví a mirarle, una mirada llena de rencor e ira,
jamás le perdonaría.
― Eres
un maldito animal, ¡¡un asesino!!
Mis
palabras le atravesaron como una afilada flecha, se inclinó hacia mí y me
agarró por el cuello de manera brusca, elevándome a varios metros del suelo
como hizo aquella vez, la escena volvía a repetirse, solo que ahora, era el
animal y no el hombre el que dominaba la situación.
―
Vete…― pronuncié entre ahogos― no quiero volver a verte…
Una
lágrima surcó mi mejilla hasta mojar la mano del lobo, al sentir el tacto de la
misma éste cambió la expresión de su rostro y me soltó con violencia contra el
suelo. El impacto fue terrible, recibí un gran golpe en el costado izquierdo y
me quedé tendida en el suelo sin poder moverme. Mientras tanto el lobo gruñía y
rugía desesperado mientras destruía a manotazos toda la pila de leña, luego
tomó el hacha y la rompió en dos, aulló una última vez, un aullido que sonó
diferente a todos los demás, más que un aullido parecía un lamento, un lamento
impregnado de tristeza y desolación. Luego desapareció como de costumbre sin
dejar rastro.
Mi
lobo, mi amor, el hombre del que estaba enamorada, se había convertido en un
asesino y en lo que yo más temía.